Investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) trabajan junto al Instituto Antártico Argentino (IAA) en el registro de peces fósiles de 150 millones de años al sur de la Península Antártica, lo que permitirá conocer la evolución de esas formas de vida, su adaptación a los cambios climáticos y sus migraciones durante la conformación de los continentes.
Soledad Gouiric Cavalli, doctora en Ciencias Naturales de la UNLP e investigadora del Conicet en el Museo de La Plata, afirmó a Télam que mientras realizaba su tesis doctoral se dio cuenta que había poco registro sobre los peces argentinos del período Jurásico en territorio antártico, lo que la llevó a contactarse con el responsable del proyecto de Paleontología de Vertebrados del IAA, Marcelo Reguero.
"Me propuso presentar el plan para una campaña de investigación de campo que terminamos concretando en 2016", contó Gouiric Cavalli.
"Esto sirve para interpretar parte de la historia evolutiva de la zona, incluyendo no sólo la diversidad faunística sino proporcionando información sobre posibles interacciones tróficas, estimaciones de paleotemperaturas y paleocorrientes"
La investigación se centró en un lugar en la Península Antártica donde afloran sedimentos marinos de la Formación Ameghino, que se ubica a unos 114 kilómetros al sur de la isla Marambio, uno de los puntos más australes en los que se desplegaron campamentos científicos a través de helicópteros.
"En esa primera experiencia logramos reunir una gran cantidad de muestras que nos permitieron ampliar las líneas de investigación, pensar en la vinculación entre los peces de Argentina y la Antártida con fósiles del mismo período encontrados en el Corredor Caribeño y en Europa", señaló la especialista.
Ese hallazgo "permite inferir una relación entre los peces del Paleo-Pacífico y del mar Tetis que cubría parte de lo que hoy es Europa", detalló y añadió que buscan "dilucidar qué peces habitaron en los mares que cubrían lo que hoy conocemos como Argentina y Antártida para entender su historia evolutiva y su vinculación con los que habitaban en el mar de Tetis".
"La realidad es que cualquier estudio de peces fósiles en Argentina y la Antártida es muy valioso porque los peces fósiles del hemisferio sur son prácticamente desconocidos en comparación con los del hemisferio norte ya que la investigación en nuestra región está en pleno desarrollo", añadió.
La investigación permitirá conocer cómo eran esos peces, pero también con qué fauna convivían y las rutas o corredores marinos que estaban abiertos y podrían haber permitido el intercambio de especies.
"Esto sirve para interpretar parte de la historia evolutiva de la zona, incluyendo no sólo la diversidad faunística sino proporcionando información sobre posibles interacciones tróficas, estimaciones de paleotemperaturas y paleocorrientes", ponderó.
Entre los hallazgos hay "formas de peces que no estaban representadas en Argentina, distintos estadíos ontogenéticos de una misma especie, grupos, órdenes y familias; lo más probable es que la gran mayoría de lo que encontremos sea no conocido para la ciencia hasta ahora", indicó Gouiric Cavalli.
Un desafío para los investigadores es que los materiales aparecen en lajas quebradas que hay que ensamblar en un rompecabezas con los restos fósiles para poder estudiarlos en detalle. "Este verano encontramos algunas muestras completas en algunas lajas y eso nos facilitará la tarea de estudio", remarcó.
La investigadora describió el lugar de trabajo como "un milhojas de piedras con distintos niveles de lajas superpuestas; una vez que identificamos un punto de interés por algún indicio visible podemos pasar hasta ocho horas sentados partiendo lajas con un martillo en busca de fósiles".
De la cuarta campaña en la zona el verano pasado, el equipo trajo 9 cajones de entre 30 y 45 kilos de muestras para ser procesadas e incorporadas al repositorio de fósiles del IAA.
"Este verano volvimos con unas 200 muestras que equivalen a unos 500 kilos de lajas, lo que es posible porque los helicópteros que despliegan y repliegan los campamentos también hacen vuelos para recuperar los cajones de muestras o para trasladar herramientas a los campamentos", precisó sobre la logística que requiere la investigación.
Los campamentos en general son de unos 25 a 30 días dependiendo de la meteorología, pero este verano se extendió a 40 días y el equipo regresó a finales de febrero.
"Viajamos con cuatro personas; los investigadores reconocen en el terreno cuáles son las muestras más interesantes y los sitios a explorar, los técnicos conocen los métodos más eficaces para extraerlas y el personal del Comando Conjunto Antártico de las Fuerzas Armadas (Cocoantar) se encarga de brindar apoyo logístico para sostener el despliegue en un lugar tan inhóspito", detalló.
Gouiric Cavalli afirmó que armar un campamento en la Antártida "es algo muy costoso para el Estado nacional y un esfuerzo muy grande para todas las personas que se trasladan", por lo que destacó la importancia de "recuperar todas las muestras que se encuentren aunque no sean objeto de nuestras investigaciones particulares".
"Además se registran las condiciones de cada hallazgo porque la orientación del fósil en una laja podría ayudar a precisar la corriente del agua en aquel momento; y el calentamiento global que se evidencia año a año produce cambios notables en la fisonomía del paisaje antártico que dejan al descubierto nuevas superficies a explorar", precisó.
El proyecto de Paleontología Vertebrados del IAA está incluido en el Plan Anual Antártico.
La base Marambio está ubicada en la isla del mismo nombre sobre el mar de Weddell, al noreste de la Península Antártica y a 3.304 kilómetros de Buenos Aires.
Las temperaturas en el lugar llegan a los treinta grados bajo cero y los vientos a 120 km/h, una velocidad que evita una gran acumulación de nieve en la zona de su meseta.
Telam