Dedicó dos décadas a la restauración de La última cena de Da Vinci

Mundo 06 de abril de 2023 Redaccion RMM Redaccion RMM

Se trata de una experta italiana que falleció en 2020. Junto a su equipo, recuperó la afamada obra renacentista de más de cuatro metros de altura. Las técnicas utilizadas, los intentos fallidos y el resultado final.

Pinin Brambilla es una de las mayores autoridades a nivel mundial en conservación de frescos renacentistas. Por sus manos pasó una de las más importantes obras de Leonardo Da Vinci, La última cena. Según recordó, estaba completamente cubierta por yeso y otras cinco o seis capas de pintura.

“No se podía creer. No podías ver la pintura original. Me pregunté a mí misma si era un Leonardo o no, estaba irreconocible”, aseguró. Fue en 1977 cuando la mujer asumió la responsabilidad de restaurar la obra, trabajo que le llevó 20 años. 

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Brambilla restaurando el mural.

El mural mide cuatro metros y medio de altura y decora un muro del refractario del monasterio de la iglesia de Santa María delle Grazie, en Milán. Se cree que fue pintado a pedido del duque Ludovico Sforza, también conocido como el Moro, entre los años 1495 y 1498. 

Brambilla no fue la única en tratar esta pintura. Antes hubo otras personas que lo intentaron sin éxito. La obra estaba destinada a desaparecer porque desde que Leonardo la finalizó, seis restauradores trabajaron en ella. Cada uno cambió la fisionomía, características y expresiones de los apóstoles.

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La obra pasó por varias restauraciones.

La técnica y los principales problemas

El gran problema del mural es que comenzó a desintegrarse apenas terminado. Leonardo había desestimado la técnica de la pintura al fresco. Esta se basa en la aplicación de la pintura sobre una capa de mortero de cal aún húmeda. El método hace que el pigmento se fije a la pared, pero requiere trabajar con premura para finalizar los trazos antes de que se seque la pared.

Para evitar las prisas y dedicarle tiempo a cada detalle, el artista decidió aplicar una técnica experimental que consistía en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso ya seca.

Varios factores contribuyeron al deterioro del Cenáculo, como también se conoce a la obra. Por empezar, la pared del refectorio donde está pintado el mural absorbía la humedad de un arroyo subterráneo que corría bajo el monasterio. Debido a su ubicación, recibía oleadas de humo y vapor que emanaba la cocina.

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La obra fue restaurada por fragmentos de menos de cinco centímetros.

Años más tarde, el ejército de Napoleón usó el edificio como establo y más recientemente, durante la II Guerra Mundial, una bomba aliada cayó sobre el convento. Aunque el muro permaneció en pie, quedó expuesto a los elementos.

Sin embargo, lo más preocupante para Brambilla no era lo que el tiempo y la intemperie habían hecho con la obra, sino los esfuerzos de conservación poco afortunados para salvarla.

La labor de Pinin Brambilla

Para comenzar a recuperar la pintura, debieron sellar la sala para evitar la entrada de más polvo y suciedad. Montaron grandes andamios frente al fresco, donde la restauradora y un pequeño grupo de asistentes hicieron pequeños agujeros en la pared. Allí insertaron cámaras diminutas y establecieron cuántas capas de pintura cubrían el original.

“Trabajamos con pequeños fragmentos a la vez, con mucha dificultad. La pintura que estaba debajo, es decir la de Leonardo, era muy frágil. La que estaba por encima, en cambio, era muy robusta”, explicó Brambilla durante una entrevista a la BBC en 2016. El tamaño de esos fragmentos no superaban los cinco centímetros. 

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La experta reveló que le causó mucha tristeza finalizar el trabajo.

Con la ayuda de lupas, instrumentos quirúrgicos y toneladas de paciencia, el equipo fue retirando las capas de pintura y pegamento para revelar los colores originales. También dejaron otras partes al destino, las que retocaron apenas con acuarelas.

Finalizar cada sección demoró meses e incluso años. Múltiples interrupciones afectaron la continuidad del trabajo. Hubo desde dificultades técnicas y burocráticas hasta visitas de extranjeros y miembros de la realeza europea.

La dedicación de Brambilla también impactó su vida y sus relaciones familiares. Según expresó, el trabajo hizo que pasara mucho tiempo lejos de su esposo e hijo. Solía trabajar sola y durante los fines de semana. 

El resultado

En 1999, después de poco más de dos décadas, la experta dio por terminada la tarea. Con más de 70 años, quitó siglos de restauraciones dudosas y trazos crudos e inexpresivos. La nueva obra lucía delicada y refinada, se podían ver claramente la comida sobre la mesa y los dobleces del mantel.

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El mural recuperado.

Algunos críticos creen que la restauración le quitó demasiada pintura a la obra, otros dicen que está casi como cuando Leonardo la terminó. Pinin quedó satisfecha con su trabajo, pero confesó la tristeza que sintió cuando acabó el proceso.

“Cuando terminé de trabajar en la pintura, estaba triste porque tenía que abandonarla”, dijo. Reconoció que es algo que le ocurrió no solo con Leonardo. “Por cada obra que restauré, una parte se queda conmigo, algo del artista. Distanciarme siempre es difícil. Es como si perdiera una parte de mí”, finalizó. La mujer falleció a los 95 años de edad en el 2020.

Con información de la BBC.

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