Graciela Dalcolmo, docente que desempeñó gran parte de su trabajo en la escuela 542 de Colonia Victoria y actualmente está jubilada, compartió con Multimedios Génesis anécdotas y reconocimientos de la labor educativa.
En los últimos días, Graciela Dalcolmo fue invitada a unos festejos sorpresa de diferentes comunidades educativas para celebrar su jubilación. Le brindaron agradecimientos y afectos sus ex alumnos y colegas.
Respecto al agasajo que recibió, Graciela expresó que se siente "agradecida por que Dios nos dio esta profesión tan noble, gracias por los alumnos, por el servicio que es uno de los peldaños de la tarea docente y gracias a Dios por el grupo de colegas que me acompañaron en ambas escuelas. Los festejos fueron tan lindos y con tanto amor y dedicación que hasta hoy me siguen enviando mensajes y saludos".
"Hay algo que está en mi corazón y quiero dar a conocer y agradecer, más allá de todas las instituciones donde trabajé, hay una que me marcó la vida, es la escuela 542 de Colonia Victoria, porque ahí los niños caminaban 8, 9, 10, 11 kilómetros para ir a estudiar, con mucho calor o con frío en épocas de helada. Yo viajaba en colectivo o 'a dedo', porque no coincidía con los horarios de colectivos, junto a una colega. Caminábamos del km5 al km14 - de la localidad de Colonia Victoria - con mercadería y carne en las manos, porque siempre nos prometían que comprarían freezers para las escuelas pero nunca llegaban, entonces todos los días con las manos 'como matambres' llevábamos la mercadería hasta la escuela y lo hacíamos con mucha alegría". Contó emotiva.
"Era tal el compromiso que yo tenía con esos niños que para mí, ese lugar era un paraíso, por el afecto que recibía de ellos. Allí cumplía la función de directora de grados acoplados en el tuno mañana y maestra de grado, en el turno tarde. También fui cocinera, portera, enfermera, tuve una función muy amplia y lo hacía con mucho amor". Recordó.
Además, Graciela destacó a una maestra que la acompañó durante muchos años en su labor y que hoy ya no está entre nosotros: "quiero mencionar a mi colega Viviana Pensotti, para ella no hubo homenaje ni recordatorio. Ella daba clases en el turno mañana de la escuela 542 y sabía que a la tarde yo tenía mucho trabajo, entonces, tomó la posta de dar clases durante la tarde también. Por supuesto, yo hice las elevaciones, los pedidos, pero ella nunca cobró ese sueldo. Nadie supo explicar el por qué nunca fue nombrada".
"Esas maestras se merecen un homenaje. Le agradezco a Dios por la oportunidad de homenajear a los niños de esa escuela que hicieron tanto sacrificio y de allí salieron profesionales. Y a la señorita Viviana Penzoti, que ya hace varios años partió al cielo". Añadió.
Elegir una vocación
Graciela, en diálogo con este medio, contó por qué decidió ser maestra, más allá de la profesión: "la vocación docente está en toda mi familia, mis hermanas también son directoras jubiladas, mis sobrinas son profesoras, es algo que llevamos en la sangre. La primera inclinación que tuve fue estudiar para ser docente y tuve una experiencia muy hermosa cuando realicé mi residencia con la señora Maria Elena Caballero. Cuando yo estaba realizando mi clase, dibujé un sol, en primer grado; la maestra se acerca y me dice ¿sabías que ese sol radiante sos vos? vas a ser una maestra brillante. Lo recuerdo como si fuera hoy. La vida me llevó a dar amor, a dar todo de mí porque amo a los niños y amo enseñar, nunca me gustó la birome roja".
"Ser maestra viene de Dios cuando ponemos el corazón para hacer lo que hacemos", manifestó.
Asimismo, valoró la vocación de su hija: "quiero rendir homenaje a mi querida hija, Gabriela Carolina, que partió al cielo. Fue una maestra de alma, que a veces llevaba a los niños a upa al hospital cuando trabajaba en el Hogar Betania, donde pasó por situaciones muy particulares luchando por los chicos".
"Es necesario que nosotros seamos humildes y le demos el reconocimiento que se merecen a estas docentes", concluyó.
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