El ajuste de Milei pulveriza la clase media

Pais 06 de enero de 2024 Redacción RMM Redacción RMM
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Por Fernando Oz (*)

Hablábamos la semana pasada del peligro que representa para la gran mayoría de los ciudadanos cuando un gobierno termina siendo un instrumento de acción de los objetivos y antojos de los más ricos. El poder de la influencia de los adinerados. Plutocracia. Estos señores se mueven con la rapidez de un Pac-Man hambriento. Admitamos que se fueron modernizando y manejan el asunto de las redes de una manera estupenda, en otros tiempos bastaba con convencer a un pelotón de generales trasnochados para que sacaran a la calle toda la parafernalia bélica. Espere un momento.

No es un discurso trotskista, kirchnerista, peronista, renovador, radical, socialista. Estoy por hablar de usted, integrante de esa castigada y siempre criticada clase media, a la que sacuden de derecha, de izquierda, de arriba y de abajo también. La gran mayoría de argentinos, por razones históricas y un poco de suerte, forma parte de ese estrato social que no es rico ni se siente pobre.

Usted y todos nosotros nos sentimos más identificados con la clase media, aunque, en términos de consumo, formemos parte del 41 por ciento de pobres que tiene el territorio nacional. Ese sentimiento de identidad, que por momentos suele confundir, puede ser nuestra fortaleza. Que Argentina haya aprendido a pensarse como un país “de clase media”, no habla mal de nosotros.

Ezequiel Adamovsky, un valiosísimo catedrático que salió de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y se doctoró como historiador en la Universidad de Londres, estudió el tema y publicó en 2009 un libro titulado: Historia de la clase media Argentina, apogeo y decadencia de una ilusión. Recomiendo leerlo.

Lo del verdadero poder de la clase media se debate desde hace tiempo en todo el mundo. Aristóteles escribió en Política que una sociedad bien gobernada debería tener una amplia clase media que vertebre la polis y evite la discordia social. Sin embargo, todavía nadie tiene demasiado claro cómo definirla. Los sociólogos, por ejemplo, siguen sin ponerse de acuerdo con la definición definitiva, según provengan de corrientes marxistas, weberianas, funcionalistas, etcétera.

Tampoco entremos en esos laberintos. Aspiracional o no, esa clase significa, en términos generales, moderación, bienestar, modernidad, consumo, familia, casa, coche, tele, celular, un futuro. Sueños. Conozco muchos pobres que prefieren pensar que son de clase “media baja” y unos pocos ricos que prefieren decir que son “media alta” para que no les caiga la AFIP, aunque también lo hacen para no quedar afuera de ese símbolo de argentinidad.

El asunto en cuestión está en el título. Los libertarios están destrozando todo: cayó el consumo de carne y las ventas en los supermercados, el aumento de los combustibles de esta semana es otro mal presagio. Milei y los plutócratas que lo rodean están desmantelando las pocas capacidades que le queda al Estado y atacaron la movilidad social, parte de la esencia de la clase media.

Ahora, con el paquete de medidas del Gobierno nacional, las desigualdades se profundizarán. El proceso de deterioro está llegado a las capas más favorecidas, que empiezan a ver que sus hijos ya no tienen el futuro tan asegurado y que la brecha con los que de verdad ganan dinero, que son los integrantes de un selecto club montado en lo más alto de la pirámide social, se vuelve realmente abismal.

Nuestro futuro está comprometido por varias razones. No se trata únicamente de Milei, en todo caso, él y la pandilla acelera el proceso. Por un lado, el trabajo se ha desvalorizado, en parte por la automatización de la producción y las técnicas cada vez más avanzadas de la inteligencia artificial. Por otro, el Estado, ese gran sostén de la clase media, disminuye su papel como regulador y como proveedor de bienestar. Entre otros puntos.

Como dije, la crisis de la clase media viene de arrastre y nos trajo hasta aquí. Una economía caótica, las instituciones desacreditadas, una sociedad fragmentada, aumento de los mesianismos, en suma, “digamos”, comienza a desquebrajarse toda esa maquinaria que mantenía estables a las democracias que conocíamos.

No sé qué dirán las “fuerzas del cielo”, pero cuando la clase media sale a la calle y convalida de diversas formas la protesta social, el nivel de conflictividad, “digamos” de violencia, escala en poco tiempo. Cuando las expectativas revientan en frustración las cosas terminan mal. No por nada es que los grandes partidos políticos viven obsesionados por seducir a ese sector de la sociedad.

Mientras tanto, lo que vamos a necesitar, “digamos”, es mucha vaselina. Feliz día de Reyes.

(*) Escritor, periodista y licenciado en Relaciones Internacionales. Grupo Atlántida.

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