

De un aula prestada al corazón de un barrio: la escuela que enseña, alimenta y abraza.
Este miércoles, la Escuela N° 816 de 25 de Mayo celebra sus 25 años de vida institucional con una emotiva ceremonia que reunirá a autoridades, ex alumnos, docentes y vecinos. Nacida el 1° de marzo del año 2000 gracias al impulso de Jorge Antúnez y el entonces intendente Mario Lindemann, la escuela comenzó en condiciones humildes, con apenas tres docentes y hasta cuarto grado en un edificio prestado.
Hoy, convertida en un faro educativo y social para unas 400 familias, la escuela sostiene su crecimiento en pilares sólidos: un comedor escolar que alimenta diariamente a 250 niños, la entrega de útiles escolares a quienes más lo necesitan, y un profundo compromiso humano. “El abrazo” semanal entre alumnos y docentes simboliza esa unión: una tradición que promueve la integración y la empatía desde el aula.
Bajo la dirección de Julio desde 2017, y con el esfuerzo conjunto de toda la comunidad educativa, la Escuela N° 816 es mucho más que un espacio de aprendizaje: es una trinchera de valores, inclusión y esperanza. En el acto de aniversario estarán presentes la banda de la Policía de Misiones, autoridades provinciales y municipales, ex docentes y cocineras que marcaron esta historia.
La Escuela N° 816 cumple 25 años: la historia de un sueño que se volvió refugio, comunidad y esperanza
Misiones — Hay escuelas que enseñan mucho más que matemáticas, lengua o ciencias. Algunas, como la Escuela N° 816 de 25 de Mayo, en el corazón de Misiones, educan desde la experiencia, el compromiso y la contención. Este miércoles, la institución celebra 25 años de vida, y con ellos, un cuarto de siglo sembrando valores, sosteniendo a cientos de familias y acompañando a generaciones enteras que encontraron entre sus paredes algo más que una educación: encontraron un hogar.
La historia comenzó un 1° de marzo del año 2000, cuando Jorge Antúnez, junto con el entonces intendente Mario Lindemann, impulsaron la creación de una nueva escuela en una zona que, por aquel entonces, apenas contaba con servicios básicos y donde el acceso a la educación era una necesidad urgente. El lugar de inicio no fue un edificio propio, sino uno prestado. Apenas tres docentes, alumnos hasta cuarto grado y mucho por construir. Pero también había algo que no se podía medir en metros cuadrados: la vocación de enseñar y el deseo de transformar realidades.
Creciendo con la comunidad
Desde aquellos primeros años de precariedad y desafíos, la Escuela N° 816 no dejó de crecer. Hoy, un cuarto de siglo después, alberga a unos 400 alumnos, distribuidos en ambos turnos. Cada mañana y cada tarde, sus pasillos se llenan de risas, pasos apurados y mochilas que cargan más que cuadernos: cargan historias, luchas y esperanzas.
Uno de los pilares fundamentales de la institución es su comedor escolar, que alimenta diariamente a alrededor de 250 niños. Allí, los chicos reciben mucho más que un plato caliente de comida. El guiso de fideos, los porotos con arroz, la polenta, las lentejas o las arvejas no son solo recetas: son gestos de dignidad. En un barrio donde muchas familias enfrentan serias dificultades económicas, el comedor es un sostén clave. A través de dos turnos, la escuela garantiza no solo el alimento físico, sino también un espacio seguro donde los chicos se sienten cuidados.
Un aula, un abrazo
El actual director, Julio, asumió el cargo en 2017 y desde entonces ha reforzado una mirada profundamente humana y comunitaria de la educación. En la Escuela N° 816, los libros conviven con la empatía; el conocimiento, con el respeto. “La escuela no es solo un lugar para enseñar contenidos, sino para formar personas”, repite Julio en cada acto, en cada reunión de padres, en cada conversación con sus colegas.
Una de las prácticas que mejor refleja ese espíritu es “el abrazo”, una actividad que se realiza cada semana y que reúne a docentes, estudiantes y personal de la escuela en un gran gesto simbólico. Todos se abrazan, literalmente. Un acto sencillo, pero cargado de sentido. “Es un momento donde recordamos que estamos juntos, que somos comunidad”, explica el director. En tiempos donde la educación enfrenta tantos desafíos, el abrazo se vuelve un ritual de resistencia emocional, un recordatorio de que la escuela es un lugar para sentirse acompañado.
Una celebración que une pasado, presente y futuro
Este miércoles, la Escuela N° 816 abre sus puertas para celebrar. El acto por el 25° aniversario contará con la presencia de la banda de la Policía de Misiones, autoridades provinciales y municipales, ex alumnos, ex docentes y ex cocineras. Esas mujeres que, durante años, prepararon cada plato con amor y que también dejaron su huella en esta historia.
Las aulas, decoradas por los propios chicos, muestran carteles que dicen “Gracias”, “Orgullo”, “Feliz Cumpleaños Escuela”, entre dibujos y palabras cargadas de emoción. Para muchos de los que pasarán por allí ese día, no será solo una celebración, sino una manera de reencontrarse con su infancia, con sus raíces, con el lugar que les enseñó a soñar más allá de las dificultades.
La Escuela N° 816 no es una institución más. Es un símbolo de lo que la educación pública puede lograr cuando hay compromiso, amor por lo que se hace y comunidad. Lo que comenzó como un proyecto modesto, hoy es un faro que ilumina la vida de cientos de niños y niñas que no solo aprenden, sino que crecen rodeados de respeto, disciplina, amistad y solidaridad.
En cada cuaderno, en cada plato servido, en cada abrazo, late una certeza: la educación cambia vidas. Y en 25 de Mayo, esa verdad tiene nombre, historia y número: Escuela N° 816.
Red de Medios Misiones





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